Cuando tienes la oportunidad de estudiar y trabajar en el exterior no solo te culturizas, aprendes a lavar ropa, a cocinar y a manejar el tiempo.
Lo que más me sorprendió de mi experiencia como estudiante internacional, no fue solo la rapidez con que mi cerebro se abrió al aprendizaje de una segunda lengua, si no a la capacidad de adaptación y supervivencia que desarrollé para lograr sostenerme y lograr mi propósito a los 19 años.
En Colombia estamos acostumbrados a la comodidad, a la dependencia y a un apoyo familiar estrecho, que hasta en la mayoría de los casos resulta ser perjudicial para nuestro adulto interior. Resulta que en la mayoría de países desarrollados el vínculo familiar si bien es cierto, es fundamental, no representa la dependencia personal y económica a la que estamos acostumbrados, quizás porque a su vez en estos países la calidad de vida es mucho mejor y el salario mínimo alcanza para todo lo necesario.
Cuando tienes la oportunidad de estudiar y trabajar en el exterior no solo te culturizas, aprendes a lavar ropa, a cocinar y a manejar el tiempo; si no que te das cuenta de que los límites son mentales y que no importa tanto el entorno si estás dispuesto a sacrificar lo que consideres necesario para lograr tus metas. Yo por ejemplo, solo sabía pintarme las uñas cuando decidí emprender la aventura de estudiar inglés, mi inglés era muy básico por no decir que nulo y no sabía ni ordenar una hamburguesa en Mcdonalds; pasé de ser la niña de papi y mami de Eafit a trabajar en lo que resultara, a montar en tren a llevar coca al College donde estudiaba inglés y a ser completamente responsable de mí misma.
Entonces si me lo preguntan vale la pena estudiar en el exterior más de lo que se imaginan, en realidad no solo por el conocimiento académico que recibimos si no por el crecimiento personal y la capacidad de ver que hay al otro y entender que eso a lo que tanto temor le teníamos era supremamente enriquecedor, la mayoría de experiencias que valen la pena vivir son aquellas que nos sacan de nuestra zona de confort y nos llevan al límite de lo que somos y de lo que queremos ser.